domingo, 7 de septiembre de 2014

DEFINICIÓN DE CULTURA



DEFINICIÓN DE CULTURA



EL PODER EN LA DEFINICIÓN DE CULTURA

DESGRABACION DEL TEÓRICO SOBRE BOURDIEU

Algunas consideraciones acerca de la cultura como producción simbólica
Lic. María L. Lahítte.

Dado que uno de los objetivos del dictado de la materia, se refiere, entre otro, al reconocimiento de la construcción del concepto de cultura; y ver como éste ilumina la explicación de ciertos procesos sociales y simbólicos, nos parece pertinente plantear una serie de cuestiones en relación a su abordaje y que son las que quisiéramos abordar en esta guía.
Cuando reflexionamos acerca de una teoría de la cultura, esta reflexión nos lleva a plantear una serie de problemas, que consideramos, ésta debe dar cuenta.
Uno de éstos, en tanto entendemos que la cultura se vincula con los procesos de producción de sentidos, se refiere a como se conforman las percepciones y representaciones que los sujetos tienen del mundo. Otras de las preguntas, apunta a cómo los sujetos interiorizan estas percepciones.
La primera pregunta, nos lleva, a su vez, a otro interrogante: tienen estas percepciones y representaciones alguna vinculación con las diferentes relaciones sociales que los sujetos entablan para resolver su existencia social? O dicho de otra manera, son estas visiones y sentidos del mundo independientes de las modalidades y condiciones de relación social que los hombres establecen en su existencia social?
Alrededor de esta pregunta, podríamos decir, se han ordenado las discusiones en ciencias sociales conformando lineamientos teóricos ya clásicos. Constituye este problema, un problema central a las ciencias sociales y nodal para aquellos que problematizan acerca  de la conformación de los procesos culturales.
 Contestar esta pregunta, nos lleva a internarnos en lo que en ciencias sociales se conoce como el problema de las determinaciones.
Nos interesa, en nuestra propuesta, seguir a un autor, Pierre Bourdieu, quien a nuestro juicio, se posiciona respecto de este problema de un modo muy interesante y que a ha conducido a líneas de investigación muy fructíferas en relación a los procesos culturales. No obstante, antes de recorrer la propuesta de este autor, internémonos en el planeamiento clásico del problema de las determinaciones en los sujetos.
Hay dos autores que abordaron la problemática en su propuesta teórica de explicación de lo social: Kart Marx, y Emile Durkheim. Ambos autores por atajos muy diferentes se acercaron al problema.
Veamos como éste se resuelve en ellos. Así, para Kart Marx, en la “La ideología alemana” la discusión se presenta en los siguientes términos:

“La producción de ideas, de concepciones, de conciencia, está al principio directamente entrelazada con la actividad material de los hombres, el lenguaje de la vida real. Las concepciones, el pensamiento, las relaciones mentales entre los hombres, se presentan en esta etapa como la emanación directa de la conducta material. Lo mismo se aplica a la producción mental según se expresa en el lenguaje de la política, el derecho, la moralidad, la religión, la metafísica, etc. , de un pueblo. Los hombres son los productores de sus concepciones, ideas, etc.: los hombres reales y activos, tal como se encuentran condicionados por un desarrollo definido de sus fuerzas productivas y del intercambio correspondiente a éstas, hasta sus formas mas avanzadas. La conciencia nunca puede ser otra cosa que la existencia consciente, y la existencia de los hombres es su proceso vital real.” (Marx,1969:37).

Resulta aun más ilustrativo lo enunciado por Marx en “Contribución a la crítica de la economía política”:
“La conclusión general a la llegué y que, una vez alcanzada, siguió sirviendo como hilo conductor de mis estudios, puede reunirse del siguiente modo: los hombres, en la producción social que llevan a cabo, entran en relaciones definitivas que son indispensables e independientes de su voluntad; esas relaciones de producción corresponden a una etapa definida de desarrollo de sus fuerzas materiales de producción. La suma de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, es decir, el fundamento real sobre el cual se erigen superestructuras legales y políticas y al cual corresponden formas definidas de conciencia social. El modo de producción en la vida material determina el carácter general de los procesos sociales, políticos y espirituales de la vida. No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia sino, al contrario, su existencia social la que determina su conciencia”. Marx, Karl (Cit. En Sahlins, M,1988:16-17).
A su vez, en otra dirección Durkheim planteará:

 “ Se sabe hace largo tiempo que los primeros sistemas de representación que el hombre ha hecho del mundo y de sí mismo son de origen religioso. No hay religión que no sea una cosmología y al mismo tiempo que una especulación sobre lo divino. Si la filosofía y las ciencias han nacido de la religión, es porque la religión ha comenzado por ocupar el lugar de las ciencias y de la filosofía. Pero lo que se ha notado menos es que ella no se ha limitado a enriquecer con cierto número de ideas un espíritu humano previamente formado; ha contribuído a formarlo. Los hombres no solamente le han debido, en una parte notable, la materia de sus conocimientos sino también la forma según la cual estos conocimientos son elaborados.”
“Existe, en la raíz de nuestros juicios, un cierto número de nociones esenciales que dominan toda nuestra vida intelectual, son las que los filósofos, desde Aristóteles, llaman las categorías de entendimiento: nociones de tiempo, de espacio, de género, de causa, de sustancia, de personalidad, etc(…). Han nacido en la religión y de la religión; son un producto del pensamiento religioso(…) Las representaciones religiosas son representaciones colectivas; los ritos son maneras de actuar que no surgen más que en el seno de grupos reunidos y que están destinadas a suscitar, a mantener  o a rehacer estados mentales de esos grupos” (Durkheim, 1968:14).

Estos puntos de partidas nos muestran que las ideas, la conciencia, en el planteo de Marx y las representaciones, en el de Durkheim, tienen su origen en el ámbito de lo social. En Marx la compleja trama de relaciones sociales que los hombres establecen en el proceso de trabajo y transformación de la naturaleza serán las fuentes y topes de estas formas de conciencia. En tanto, Durkheim encontrará a éstas, en la religión, institución “simbólica” por excelencia y fundante además, del orden moral, orden que humaniza y separa al hombre de la naturaleza. Ambos autores, desde posiciones francamente divergentes, nos dirán que los hombres se encuentran al nacer, con una “realidad objetiva”, histórica, que impone a los sujetos condiciones de existencia y modos de percibir a esta realidad social. Para ambos, el origen de lo social estará en puntos muy distantes, pero de allí en más, y fundamentalmente a partir de ellos, queda instalado en el ruedo de las ciencias sociales, la pregunta no sólo de cómo lo social deviene en tal, sino el papel que asume la dimensión “simbólica” en esa conformación.
Ahora bien, sintetizada la presentación del problema, y la significancia de la perspectiva objetivista, tal como se denomina a los posicionamientos de autores como Durkheim y Marx en relación al tema de las determinaciones, nos interesa acercarnos a la propuesta de Pierre Bourdieu que habíamos aludido al comienzo de esta guía.
Pierre Bourdieu cuando plantea el problema de la conformación de las percepciones y visiones del mundo de los sujetos (agentes en términos de Bourdieu) en su artículo “Espacio Social y poder simbólico”, nos encontramos que lo resuelve en un proceso de doble síntesis. Por un lado, recuperará las perspectivas de Marx y de Durkheim. Por el otro lado, recuperará otra perspectiva de explicación de lo social, la subjetivista.
Respecto de la primera, la objetivista, integrará tanto la posición marxista como Durkheimiana en varios sentidos. Al respecto planteará Bourdieu:
 “ Existen en el mundo social mismo, y no solamente en los sistemas simbólicos, lenguaje, mito, etc. Estructuras objetivas, independientes de la conciencia y de la voluntad de los agentes, que son capaces de orientar o de coaccionar sus prácticas o representaciones” (Bourdieu, 1988:127).
Recuperá de ambos autores el carácter relacional que asume el mundo social y que tanto Marx como Durkheim formulan. Relaciones cuyo sentido es “invisible” y que el cuentista social develará. En un doble juego de integración Bourdieu dirá que las representaciones que los sujetos tienen del mundo social están en estrecha vinculación con las relaciones de poder que los mismos despliegan en los diferentes campos del espacio social.
Simultáneamente, Bourdieu planteará que los agentes tienen “una construcción activa” del mundo social, que se construye en las interacciones diarias de los agentes, en sus visiones espontáneas de este mundo. Dirá:
“los objetos del mundo social, como lo indiqué, pueden ser percibidos y expresados de diversas maneras, porque siempre comportan una parte de indeterminación y de imprecisión y, al mismo tiempo, un cierto grado de elasticidad semántica(…) provee una base la pluralidad de visiones del mundo, ella misma ligada a la pluralidad de puntos de vista; y al mismo tiempo, una base para las luchas simbólicas por el poder producir y de imponer la visión del mundo legítima.” (Bourdieu, 1988:136).

Bourdieu, resolverá los interrogantes referidos a cómo los agentes construyen sus visiones del mundo a través de dos preguntas: cómo éstos internalizan tales visiones y cómo a su vez ellos mismos intervienen en el “modelaje” de estas visiones.
Para responder a estas preguntas, integrará permanentemente ambas perspectivas. En este sentido, dirá que  “Las representaciones de los agentes varían según su posición (y a los intereses asociados) y simultáneamente planteará también, que las acciones que los agentes realizan en el espacio social tienen un núcleo de significación intra e intersubjetiva y que en las interacciones diarias de los agentes estas visiones del mundo son objetos de luchas simbólicas.
Diríamos que Bourdieu, recupera de la perspectiva objetivista el poder coactivo que en la estructuración del mundo subjetivo tienen los determinados posicionamientos y relaciones sociales que los agentes desarrollan en el  mundo social. Reconoce de la perspectiva subjetivista que este mundo social se presenta a los agentes como un mundo intersubjetivo  y que en esa trama intersubjetiva es donde se realizan básicamente las disputas simbólicas en procura de una visión del mundo legítima.
Lo novedoso del aporte de Bourdieu a los planteamientos en una teoría de la cultura es por un lado la integración de ambas perspectivas y por el otro, la introducción de las relaciones de poder en sus análisis del problema que nos convoca.
La integración de ambas perspectivas ubicará a Bourdieu en un lugar central en la resolución también de un problema nodal en una teoría de la cultura: la cuestión de la mediación entre el agente social y la sociedad, cuestión anticipada en las preguntas desplegadas a lo largo de esta guía. Esta mediación la encontrará en el habitus, categoría de la que hablaremos más adelante.
La introducción del tema y el problema en la conformación de las visiones que los sujetos tienen del mundo trae dos consecuencias. Primero, constituye un aporte al análisis de las interacciones subjetivas, dimensión frecuentemente poco desarrollada en autores de la perspectiva subjetivista. Segundo, introduce el problema en una teoría de la cultura.
Ahora bien, presentados los puntos de partida del autor de marras, veamos como resuelve el autor las preguntas presentadas.

Camino hacia la mediación individuo-sociedad: el papel del “campo”.

Planteábamos al comienzo de esta guía que una teoría de la cultura deberá dar cuenta de cómo los sujetos “construyen sus visiones del mundo”. Decíamos también que este interrogante implica a su vez preguntas: cómo estos internalizan tales visiones y cómo a su vez ellos mismos intervienen en el “moldaje” de esas visiones. Es decir, nos encontramos con el problema de la mediación individuo-sociedad.
Para resolver este problema, Bourdieu considera, tal como quedó planteado más arriba, que los agentes (en términos del autor) no operan en un vacío social. Por lo tanto, para poder explicar cómo se produce este proceso de mediación es necesario partir de una explicación del mundo social en el que trascurren y se dan estas relaciones. Nos adentraremos, entonces en la Teoría del espacio social que propone el autor.
El espacio social  es fundamentalmente un espacio de diferenciación, siendo este principio de diferenciación la existencia dentro de este espacio de distintos “campos”.
La noción de campo alude a la existencia de distintos poderes o capitales diferenciados y que constituyen el principio ordenador de éstos. Bourdieu reconoce básicamente que éstos son el poder o capital económico, el cultural y el simbólico. Por lo tanto, cada campo “pondrá en juego” estas formas de capitales. Al respecto dirá Bourdieu:

“las propiedades actuantes retenidas como principios de construcción del espacio social son las diferentes especies de poder o capital en los diferentes campos. (…) Las especies de capital, como una buena carta en un juego, son poderes que definen las probabilidades de obtener un beneficio en un campo determinado (de hecho a cada campo o subcampo le corresponde una especie de capital, vigente como poder y como lo que está en juego en ese campo”. (Bourdieu, 1985:25)
Por lo planteado, el espacio social y el campo social se definen relacionalmente. En él los agentes tienen posiciones relativas según su disponibilidad y posibilidad de poseer y “jugar”, con los distintos poderes o capitales que se entrecruzan en este espacio. Los agentes son reconocidos dentro de ese espacio:
“en una primera dimensión, según el volumen global del capital que poseen y, en una segunda, según la composición de su capital; es decir, según el peso relativo de las diferentes especies en el conjunto de sus posesiones” (Bourdieu, 1985:25)
Ocurre además que:
“Los agentes que ocupan en él posicionamientos semejantes o vecinas son situados en condiciones y sometidos a condicionamientos semejantes, y tienen todas las posibilidades de tener disposiciones e intereses semejantes, de producir por lo tanto también prácticas semejantes” (Bourdieu, 1985:131).
En sociedades altamente diferenciadas es posible reconocer la existencia de conjuntos de campos. Estos son relativamente autónomos, constituyendo cada uno de ellos espacios de relaciones objetivas, con una lógica intrínseca e irreductible a las lógicas de otros campos. De ese modo, las lógicas de los campos artísticos, religiosos o científicos, entre otros, siguen criterios muy distintos.
Ahora bien, la existencia de los campos sociales tiene otra particularidad, quienes ingresan a un campo ingresan simultáneamente a una “campo de fuerzas”. Es decir, que los agentes que llegan a él, se encuentran con una serie de relaciones de fuerzas, “reglas de juego” que se le imponen y marcan las condiciones y modalidades de relación dentro de ese campo. Esta consideración lleva a utilizar la imagen de “juego” para pensar en la lógica de los campos sociales. Al respecto Bourdieu utilizará esta analogía para ejemplificar las relaciones de los agentes dentro del campo. Veamos como lo ejemplifica:
“En todo momento , el estado de relaciones de fuerzas entre los jugadores es lo que define la estructura del campo: podemos imaginar que cada jugador tiene, frente a sí, pilas de fichas de diferentes colores, correspondientes a las diferentes especies de capital que posee, de manera que su fuerza relativa en el juego, su posición en el espacio de juego y, asimismo sus estrategias de juego, sus jugadas, más o menos arriesgadas, más o menos prudentes, más o menos subversivas o conservadoras, dependen del volumen global de fichas y de las estructuras de las pilas de ficha, al mismo tiempo que del volumen global de la estructura de su capital. Dos individuos poseedores de un capital global aproximadamente equivalente pueden diferir, tanto de su posición como en sus tomas de posición, por el hecho que uno tiene (relativamente) mucho capital económico y poco capital cultural (por ejemplo el propietario de una empresa privada), y el otro mucho capital cultural y poco capital económico (como un profesor). (…) “ Y eso no es todo: los jugadores pueden jugar para incrementar o conservar su capital, las fichas, conforme a las reglas tácticas del juego como de las apuestas. Sin embargo, también pueden intentar transformar, en parte, o en su totalidad, las reglas inmanentes del juego: por ejemplo, cambiar el valor relativo de las fichas, la paridad entre las diferentes especies de capital, mediante estrategias encaminadas a desacreditar la subespecie de capital en la cual descansa la fuerza de sus adversarios (v. gr., el capital económico) y evaluar la especie de capital que ellos poseen en abundancia (v. gr., el capital jurídico)”. (Bourdieu y Loic J. D. Wacquant, 1995:67)
Las imágenes utilizadas para ejemplificar la dinámica intrínseca  a los campos sociales nos lleva a subrayar otra característica de los mismos: éstos se definen por ser espacios de luchas simbólicas por transformar o conservar la estructura del juego, es decir que lo “que se juega” dentro de cada campo, es una lucha por imponer las reglas del juego o las definiciones del mismo.
Con todo lo planteado podemos inferir que la vida social es una suerte de entramado en la que los agentes viven sus vidas cotidianas participando desigualmente en cada campo. Esta desigualdad reside en que no todos participan en todos los campos del mundo social, sino también, tal como fue ejemplificado arriba, tienen participaciones diferenciadas en cada uno de ellos. Ahora bien, a partir de estas descripciones devienen o surgen dos preguntas:
Tienen los agentes una visión del mundo social en concordancia a la relaciones diferenciadas que desarrollan en los distintos campos? De ser así, cómo construyen estas visiones y cómo el investigador puede aprehenderlas
Al respecto Bourdieu dirá:
“Pero dado que hemos construído el espacio social, sabemos que estos puntos de vista, la palabra misma lo dice, son vistas tomadas a partir de un punto, es decir de una posición determinada en el espacio social. Y también que habrá puntos de vista diferentes o aun antagónicos, puesto que los puntos de vista dependen del punto del cual son tomados, puesto que la visión que cada agente tiene del espacio depende de su posición en ese espacio” (Bourdieu, 1988:133).
Los agentes tienen una construcción activa de este mundo, pero esta operará “bajo coacciones estructurales” derivadas de sus acciones y posicionamientos en dicho espacio.
Al respecto planteará Bourdieu:
“ Si el mundo social tiende a ser percibido como evidente y a ser captado, para emplear los términos de Husserl, según una modalidad dóxica, es porque las disposiciones de los agentes, sus habitus, es decir las estructuras mentales a través de las cuales aprehenden el mundo social, son en lo esencial el producto de la interiorización de las estructuras del mundo social. Como las disposiciones perceptivas tienden a ser ajustadas a la posición, los agentes, aun los más desaventajados, tienden a percibir el mundo como evidente y a aceptarlo mucho más ampliamente de lo que podría imaginarse, especialmente cuando se mira con el ojo social de un dominante la situación de un dominado”. (Bourdieu, 1988:134).
Hemos introducido de este modo la categoría de habitus. Dicha categoría ha tenido un tratamiento diferente a lo largo de la obra de Boudieu. En sus primeras obras, el autor desarrolló aquellos aspectos del habitus que permiten explicar la producción y reproducción de la vida social. En sus últimas obras ha enfatizado cómo éstos pueden modificarse.
Ahora bien, profundicemos un poco más acerca de esta categoría y ubiquémosla en la discusión o en la pregunta que dio lugar esta guía.

La mediación encontrada: el “habitus”

El habitus constituye un punto de articulación entre la sociedad (tal como fue descripta en páginas anteriores) y el individuo. A través del habitus los agentes “subjetivizan” un mundo social que se le presenta como “objetivo”. Por medio del habitus los hombres aprenden a reconocer y hacer “naturales” sus posicionamientos en el mundo social. Pero éste asume otra serie de cualidades. Al incorporar y hacer vividas las estructuraciones de la realidad social, el habitus opera como organizador y orientador de las prácticas cotidianas de los agentes. En ese sentido Bourdieu plantea:
“Por lo tanto las representaciones de los agentes varían según su posición (y los intereses asociados) y según sus habitus, como sistema de esquemas de percepción y de apreciación, como estructuras cognitivas y evaluativos que adquieren a través de la experiencia duradera de una posición en el mundo social. El habitus es a la vez un sistema de esquemas de producción de prácticas y un sistema de esquemas de percepción y de apreciación de prácticas. Y en los dos casos, sus operaciones expresan la posición social en la cual se han construído. En consecuencia, el habitus produce prácticas y representaciones que están objetivamente diferenciadas; pero no son inmediatamente percibidas como tales más que por los agentes que poseen el código, los esquemas clasificatorios necesarios para comprender su sentido social” (Bourdieu, 1988:134).
Nos resulta muy interesante estas asignaciones referidas al habitus. Es decir que por el habitus los agentes “aprenden” a percibir, conocer y evaluar a su mundo social en un determinado sentido. Vemos a su vez, como en ese proceso de internalización, simultáneamente los agentes “ordenan” el mundo social clasificando tanto a las prácticas como a las representaciones de otros agentes. Así, el habitus, dirá Bourdieu
“ En tanto sistema de esquemas de clasificación, es objetivamente referido, a través de condicionamientos sociales que lo han producido, a una condición social: los agentes se clasifican ellos mismos, se exponen ellos mismos a una clasificación, al elegir, conforme a sus gustos, diferentes atributos, vestimenta, alimentos, bebidas, deportes, amigos, que quedan bien juntos y que les quedan bien, o más exactamente, que convienen a su posición”. (Bourdieu, 1988:134-135).
Esta conceptualización del habitus nos lleva a pensar una vida cotidiana en la que los agentes, los individuos, se encuentran permanentemente evaluando y clasificando “unos y nosotros” en relación a “nosotros y a otros”. Al comienzo de esta guía planteábamos que Bordieu intenta sintetizar las perspectivas objetivistas y subjetivistas. Observemos a partir de esta afirmación cómo se resuelve esta síntesis en relación al habitus:
“…sistemas de disposiciones durables y transferibles, estructuras predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin sin supones la búsqueda consciente de fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos…”(Bourdieu, 1991:92).
Vemos aquí, en concordancia a lo planteado hasta ahora, que la posibilidad de acción que el habitus permite se encuentre objetivamente estructurada, pero a su vez tiende a funcionar como “generador, organizador, estructurador” según también disposiciones, valorizaciones que el agente ha construído a lo largo de su historia. Dirá Bourdieu en ese sentido:
“Producto de la historia, el habitus produce prácticas, individuales y colectivas, produce, pues historia conforme a los principios engendrados por la historia; asegura la presencia activa de las experiencias pasadas que, depositadas en cada organismo bajo la forma de principio de percepción, pensamiento y acción, tienden con mayor seguridad que todas las reglas formales y normas explícitas, a garantizar la conformidad de las prácticas y su constancia a través del tiempo”. (Bourdieu, 1991:95).
Ahora bien, el habitus tiende a constituirse en un sistema de disposiciones durables pero no inmutables. En contextos de condiciones objetivas nuevas para el agente y diferentes a la que éste formó su habitus, ésta constituirá una instancia de reformulación de sus disposiciones. (Gutierrez, A. 1994)
Planteará Bourdieu al respecto:
“ Debido a que el habitus es una capacidad infinita de engendrar en total libertad (controlada) productos, pensamientos, percepciones, expresiones, acciones, que tienen siempre como límites las condiciones de su producción, histórica y socialmente situadas, la libertad condicionada y condicional que asegura está tan alejada de una creación de imprevisible novedad como de una simple reproducción mecánica de los condicionamientos iniciales”. (Bourdieu, 1995:96).
Aparecerá conjuntamente con este esquema presentado la idea de habitus como sentido de juego, que supone al decir de Bourdieu “una invención permanente, indispensable para adaptarse a situaciones indefinidamente variadas, nunca perfectamente idénticas” (Bourdieu, 1988:70). Es decir, que el agente dispone y despliega distintas estrategias por las que puede conservar como impugnar, trasformar y/o negociar sus posiciones y visiones del mundo social. Con esta noción de estrategia estamos aludiendo a que el agente puede echar mano de distintas posibilidades para reglar y regular sus prácticas cotidianas y por lo tanto mantener o modificar sus habitus.
En la relación a la caracterización y a la conformación de los habitus individuales y su posibilidad de transformación, Bourdieu la planteará en los siguientes términos:
 “El principio de diferencias entre los habitus individuales reside en la singularidad de las trayectorias sociales, a las que corresponden series de determinaciones cronológicamente ordenadas e irreductibles las unas a las otras:  el habitus que, a cada momento, estructura en función de las estructuras producidas por las experiencias anteriores, las nuevas experiencias que afectan a tales estructuras dentro de los límites definidos por su poder de selección, realiza una integración única, dominada por las primeras experiencias estadísticamente comunes a los miembros de una clase” (Bourdie, 1991:104).
Ahora bien, hasta aquí hemos recorrido y analizado el lugar que ocupa el habitus como bisagra entre lo social y lo individual, cómo éste es estructurado y simultáneamente genera representaciones y prácticas sociales, produciendo “clasificaciones” de y en el mundo social. Hemos visto, también, cómo el habitus es el resultado de una enorme variabilidad de posibilidades, (aunque condicionadas o con un cierto límite) y que en el plano individual da cuenta de las trayectorias sociales de estos individuos. No obstante, aun no hemos analizado la tercera pregunta que daba lugar a esta guía y que resulta clave en la teoría de la cultura:
¿Cómo los sujetos tienen un papel activo en “modelar” las visiones del mundo social?

Las luchas simbólicas y las visiones del mundo

Cuando estuvimos hablando del habitus con nuestra intención de explicar y dar cuenta de la relación individuo-sociedad, estuvimos ya en parte contestando  a la pregunta arriba formulada.
Cuando inscribimos al habitus como una posibilidad de “una invención permanente, indispensable para adaptarse a situaciones indefinidamente variadas, nunca perfectamente idénticas” estamos, en parte, dando cuenta de esta dimensión.
También, obtenemos parte de la respuesta si recuperamos las consideraciones de Bourdieu respecto a la dinámica de los campos. Si el espacio social es una trama de relaciones de poder por imponer “condiciones de juego” dentro de cada campo y éste es definido por ser un espacio en donde se dirimen luchas simbólicas por imponer “visiones legítimas del mundo”, estamos dando cuenta también de esta respuesta.
  Pero la respuesta no se agota en lo propuesto. El autor de marras, recuperando tanto la perspectiva objetivista como la subjetivista introduce dentro de la noción de estrategia el camino para contestar a esta pregunta.
Recuperemos un párrafo ya comentado para introducirnos en el problema:
“Los objetos del mundo social, como lo indiqué, pueden ser percibidos y expresados de diversas maneras, porque siempre comportan una parte de indeterminación y de imprecisión y, al mismo tiempo, un cierto grado de elasticidad semántica(…)y además, están sometidos a variaciones en el tiempo de suerte que su sentido, en la medida en que depende del futuro, esta también a la espera y relativamente indeterminado. Este elemento objetivo de incertidumbre (…) provee una base la pluralidad de visiones del mundo, ella misma ligada a la pluralidad de puntos de vista; y, al mismo tiempo, una base para las luchas simbólicas por el poder de producir y de imponer la visión del mundo legítima.” (Bourdieu, 1988:136).
Pero en estas luchas simbólicas por el poder de producir e imponer una visión del mundo como legítima, los agentes pueden realizarla de dos maneras. La primera será definida por Bourdieu en los siguientes términos:
“En el aspecto objetivo, se puede actuar por acciones de representaciones, individuales o colectivas, destinadas a hacer ver y hacer valer ciertas realidades: pienso por ejemplo en las manifestaciones que tienen por objetivo manifestar a un grupo, su número, su fuerza, su cohesión, hacerlo existir visiblemente; y al nivel individual, en todas las estrategias de presentación de sí, tan bien analizadas por Goffman, y destinadas a manipular la imagen de sí y sobre todo-esto, Goffman lo olvidaba- de su posición en el espacio social.” (Bourdieu, 1988:137)
Respecto de la segunda manera, muy claramente la describe Bourdieu:
“Por el lado subjetivo, se puede actuar tratando de cambiar las categorías de percepción y de apreciación del mundo social, las estructuras cognitivas y evaluativas: las categorías de percepción, los sistemas de clasificación, es decir, lo esencial, las palabras, los nombres que construyen en la realidad social tanto como la expresan por excelencia  la lucha política, lucha por la imposición del principio de visión y división legítimo, es decir por el ejercicio legítimo del efecto de teoría.”(Bourdieu, 1988:137).
De esta manera, Bourdieu reconoce en las prácticas cotidianas de los agentes innumerables situaciones como las descriptas. Chistes, rumores, pintadas, graffittis, declaraciones, asambleas, manifestaciones, pueden ser, entre otras, modalidades a las que los agentes apelan en su intento, consciente o inconsciente, de dar cuenta de “otro sentido”, diferente, al que se impone como regla de juego. Por medio de cualquiera de las situaciones descriptas arriba, los agentes ponen “en juego” “hacen rodar” la posibilidad de otra significación del mundo social. Estas constituyen, además, algunas de las oportunidades para realizarlo.
Pero hay un campo privilegiado en que lo expuesto puede ejemplificarse más claramente: el campo de lo político donde más claramente se expresa esta idea. Al respecto, así dirá Bourdieu:
“Al nivel colectivo, más propiamente político, están todas las estrategias que tienden a imponer una construcción de la realidad social rechazado el viejo léxico político o a conservar la visión ortodoxa al conservar las palabras, que son a menudo eufemismos (…), destinadas a nombrar el mundo social. (Bourdieu, 1988:137).
Bourdieu analizará muy exhaustivamente cómo se dan y qué características asume estas luchas simbólicas que expresan una tentativa de recategorizar el mundo social. Lo característico de este proceso, es el “empeño”, el uso de capital simbólico adquiridos en luchas anteriores. Reconoce a los títulos en general (se incluyen todo tipo de títulos: escolares, de nobleza, de propiedad, etc.) como parte de estos capitales que entran en juego.
No es nuestro interés ahondar en las profundizaciones que Bourdieu ha realizado al respecto y que se encuentran ampliamente detalladas en el capítulo de Espacio social y poder simbólico de Cosas Dichas; pero nos interesa recuperar el siguiente párrafo que puede sintetizar lo que venimos planteando:
“Para cambiar el mundo, es necesario cambiar las maneras de hacer el mundo, es decir, la visión del mundo y las operaciones prácticas por las cuales los grupos son producidos y reproducidos”.(Bourdieu, 1988:140).
Para que pueda realizarse esta posibilidad, los agentes deben dar cuenta de un poder de constitución denominado por Bourdieu poder simbólico, poder que lo caracteriza en los siguientes términos:
“El poder de imponer a los otros espíritus una visión, antigua o nueva, de las divisiones sociales depende de la autoridad social adquirida en las luchas anteriores. El capital simbólico es un crédito, es el poder impartido a aquellos que obtuvieron suficiente reconocimiento: así, el poder de constitución, el poder de constitución poder de hacer un nuevo grupo, por la movilización, o hacerlo existir por procuración, hablando por él, en tanto que mensajero autorizado, no puede ser obtenido sino al término de un largo proceso de institucionalización, al término del cual es instituído un mandatario que recibe del grupo el poder de hacer el grupo”. (Bourdieu, 1988:140).
Esperamos que las preguntas formuladas y las respuestas desarrolladas en esta guía, hayan servido para iluminar e ilustrar algunos de los atajos con los que se resuelven algunos de los problemas con que se topa una teoría de la cultura.

Bibliografía citada

Bourdieu, Pierre: Cisas Dichas. Buenos Aires. Gedisa Editorial, 1988.
Bourdieu, Pierre: El sentido práctico. Madrid, Taurus Ediciones, 1991.

Sahlins, Marshall: Cultura y razón práctica. Barcelona, Gedisa Editorial, 1988.

EL CIRCO DE LA MARIPOSA COMPLETO HD ESPAÑOL

MARTINIS, PABLO Pensar la escuela más allá del contexto

 Publicado en Martinis,  Pablo (2006) (comp.),  Pensar la escuela más allá
del contexto, Montevideo, Psico Libros.
Sobre  escuelas  y  salidas:  la  educación como posibilidad,  más allá del
contexto.
Pablo Martinis.
Lo que puede por esencia un emancipado es ser
emancipador:  dar,  no la lleve del  saber,  sino la
conciencia  de  lo  que  puede  una  inteligencia
cuando  se  considera  igual  a  cualquier  otra  y
considera cualquier otra como igual a la suya.
  Jacques Rancière
1. La entrada.
Las  formas  a  través  de  las  cuales  definimos  a  los  actores  de  lo  educativo
condicionan la posibilidad de desarrollo de prácticas educativas. No es indiferente desde el
punto de vista de los resultados de un acto educativo que un maestro o educador considere
que un alumno o educando tiene posibilidad de aprender un contenido cualesquiera que sea
o que  “no le  da  la  cabeza”.  Tampoco es  indiferente  que  una  gestión educativa  o una
sociedad crean que sus docentes son profesionales de la educación o meros ejecutores de
acciones concebidas y predefinidas por otros.
Indudablemente,  todas estas perspectivas circulan en los imaginarios que sobre la
educación construye la sociedad uruguaya y en los discursos,  más o menos informados,
más  o  menos  científicos,  que  socialmente  se  producen.  A  su  vez,  en  los  ámbitos
específicamente vinculados a lo educativo se generan también discursos que compiten entre
sí por fijar sentidos, dar cuenta de la realidad “tal cual es”.
Lejos de reflejar la “realidad tal  cual  es”,  todo discurso,  en tanto constelación de
significados,  se construye desde su carácter  diferencial (adquiere sentido en el marco de
cadenas o sistemas discursivos más amplios), inestable (el significado no se fija de una vez
y para siempre)  y  abierto (es  siempre susceptible de ser  ligado a nuevos  significados)
(Buenfil,  1991).   Ello  no  implica  desconocer  la  pretensión  de  veracidad  y  totalidad
inherente al carácter ideológico de todo discurso en tanto que,
"Formación  discursiva  específica  que  involucra  ideas,  actos  y  relaciones,  objetos  e
instituciones, articulados en torno a una significación particular, {que se caracteriza por}
autoproclamarse como un sistema de significados originario, fijo, total, positivo, completo,
universal y no susceptible de ser desmantelado" (Buenfil, 1991: 6).
Cuanto más un determinado discurso consiga ocupar el lugar del “sentido común”
en relación a la percepción que en una sociedad se construye sobre una temática específica,
tanto más se reforzará su pretensión de totalidad y de exclusión de otras posibles formas de
significar esa parcela de lo social.En este sentido,  nos interesa detenernos en algunas de las perspectivas desde las
cuales se significa a los sujetos de las prácticas educativas,  específicamente en el campo
problemático  que  se  genera  a  través  de  la  intersección  de  espacios  educativos  con
situaciones  de  pobreza.  Sostenemos  que  algunas  de  estas  construcciones  clausuran  la
posibilidad de la educación para poblaciones ubicadas en situación de pobreza, en tanto que
otras permiten concebir  otras posibilidades.  Evidentemente,  la primacía de unos u otros
discursos no cesa de producir efectos en relación a la posibilidad de la construcción de una
sociedad más justa.
2. La clausura. El “niño carente”: sujeto ineducable y peligroso.

En el cruce del campo de la educación con diversas situaciones de pobreza se ha
desarrollado  un  discurso  que  pone  el  énfasis  en  el  carácter  de  carentes social  y
culturalmente de los niños pertenecientes a sectores “marginales” o “excluidos”. A su vez,
se concibe  a la escuela como una institución que asiste y contiene a estos  niños.  Los
maestros,  por su parte,  son presentados como técnicos a los que hay que capacitar  para
trabajar con "esos niños" (Martinis, 2006).
El  discurso educativo vigente luego de la ola de dictaduras  que asoló el sur  de
América  en  los  años  setenta  y  comienzos  de  los  ochenta  ha  estado  muy  fuertemente
centrado en la noción de equidad, en un marco discusivo en el cual dicha noción tendió a
ocupar el mismo espacio que la noción igualdad, propia del discurso político pedagógico de
la década de los años sesenta,  aunque no con el  mismo significado.  Se entiende como
equidad la posibilidad del  desarrollo de acciones para lograr igualar a los sujetos en sus
puntos de partida,  para que luego se desarrollen según sus potencialidades.  Esta noción
naturaliza la desigualdad en los puntos de partida, la construye como un dato a priori. La
naturalización de la desigualdad instala la injusticia como un hecho,  como un dato de la
realidad.
Es común asistir a la enunciación de discursos sociales, políticos y educativos en los
cuales  la naturalización de la  desigualdad es  nombrada como “diferencia”.  Desde esas
construcciones diversos sujetos ocuparían posiciones desiguales en la estructura social (y
en los procesos educativos) en función de poseer algunas características innatas/adquiridas
en una conjunción de herencia familiar  e influencia del  medio social.  En el  caso de los
sujetos  que  viven  en  situación  de  pobreza  este  discurso se  construye  vinculado  a  las
nociones  de  ineducabilidad  y peligrosidad.  Los  pobres,  sujetos  difícilmente  educables,
tienden naturalmente a conductas  socialmente reprobadas linderas  con la violencia y el
delito.  Desde este lugar  es  lógico que se avance en la construcción de una cadena  de
equivalencias que articula: niño pobre = niño carente = fracaso escolar = sujeto en riesgo =
sujeto peligroso = delincuente.
Así construidas las cosas, se instala como un dato de la realidad la preocupación por
la  seguridad,  siempre  producida  por  el  otro,  por  el  inadaptado.  El  problema  de  la
inseguridad forma parte de la agenda política uruguaya en forma ininterrumpida al menos
en los últimos quince años. Es interesante hacer notar que la “sensación de inseguridad” se construye recurrentemente sobre la base del miedo que conlleva el hecho de poderse ver
agredido por quienes, en términos generales,  son denominados como “los marginados” o
“los excluidos”.  La inseguridad se construye así  como directamente relacionada con los
efectos que en los cuerpos de los incluidos podrían producir las acciones de los excluidos.
Llamativamente no ocupan el mismo lugar en la construcción de la noción de inseguridad
los efectos de las acciones de quienes se mueven en el ámbito de la especulación financiera
o  directamente  del  delito  financiero,  capaces  de  colocar  en  jaque  a  toda  la  sociedad
uruguaya y de duplicar de un día para el otro el porcentaje de población uruguaya viviendo
bajo la línea de medición de la pobreza, tal como sucedió en agosto de 2002.
La preocupación por el tan temido “estallido social” o por las acciones violentas de
los  pobres  produce  un  estado  permanente  de  alarma,  de  inquietud.  Este  estado es
convenientemente estimulado por  la propalación periódica de acciones  de violencia por
parte de los medios masivos de comunicación, principales constructores de la sensación de
inseguridad.  De  esta  manera  nos  acostumbramos  a  vivir  en  una  sociedad  que
permanentemente cree estar  ubicada en los límites de lo posible y lo tolerable desde el
punto de vista legal,  una sociedad en permanente estado de excepción.  En términos  de
Agamben:
“…  conforme  a  una  tendencia  activa  en  todas  las  democracias  occidentales,  la
declaración  del  estado  de  excepción  está  siendo  progresivamente  sustituida  por  una
generalización sin precedentes del  paradigma de la seguridad como técnica normal  de
gobierno” Agamben, 2005: 44).
El “paradigma de la seguridad” se constituye así en el referente fundamental desde
el cual pensar las intervenciones de las diversas políticas públicas que se “ocupan” de la
pobreza. Centrarse en el problema de la inseguridad permite evitar la consideración de las
problemáticas que están en la base de la producción de situaciones de violencia. Es claro
que:
“El terror por la inseguridad se usa para tapar la miseria haciendo un desplazamiento
discursivo:  no se muestra a los chicos en el  origen de la miseria,  cuando son víctimas
primeras de una sociedad que no les proporciona seguridades básicas, sino cuando ya son
delincuentes.  Se  ocultan  las  situaciones  en  las  cuales  los  pobres  son  víctimas  de  la
inseguridad.  Se  provoca el  terror  antes  que  la solidaridad.  Así  resulta difícil  que  las
cámaras de TV apunten a las víctimas antes que se conviertan en victimarios. Los menores
interesan cuando violan no cuando son violados. Cuando matan, no cuando presencian la
violencia,  cuando la comparten por televisión,  cuando sus familias no soportan más la
miseria y se desintegran,  ahí  está la violencia,  esa profunda que marca para siempre”
(Puiggrós, 1999: 52).
La naturalización de la desigualdad ubica a las políticas que la hacen posible como
políticas de la producción de la injusticia.  Naturalmente,  en el centro de este proceso se
ubican las políticas económicas y subsidiariamente las sociales y educativas (o la educación
deviniendo una política social). La sociedad aparece claramente dividida en dos segmentos:
el de los que tienen derechos y el  de los que atentan contra los mismos. Se produce un proceso de fragmentación social  que tiene su correlato en el  sistema educativo,  el  cual
también sufre una situación de fragmentación.
Una  política  educativa  o una  intervención educativa  puntual  que  sea  concebida
desde esta perspectiva niega la posibilidad de la educación en tanto concibe al otro desde su
carencia o desde su peligrosidad.  Lo concibe desde lo que no tiene y prefija un destino,
anticipa un futuro clausurando la posibilidad de acontecimiento de lo nuevo, lo diferente, lo
impensado.
Es desde aquí que entendemos se produce una situación de emergencia educativa
(Martinis,  2005).  Le  emergencia  se  produce  no  por  la  irrupción  del  contexto  en las
instituciones educativas sino por la renuncia que una sociedad asume de su responsabilidad
educativa en relación a los nuevos, a los recién llegados. Concebir al otro como indigno de
recibir un legado constituye la entronización de la desigualdad educativa, la producción de
la injusticia.  Es necesario insistir permanentemente en que  los nuevos no tienen ninguna
responsabilidad por el mundo con el que se encuentran y tienen el derecho que se les haga
un lugar en él. Hacer un lugar, hospitalariamente, es responsabilidad de los adultos (Arendt,
1996). En términos políticos el único actor que puede asegurar la construcción de ese lugar
para todos los nuevos es el Estado. Estado del cual todos formamos parte, pero en relación
al cual no todos tenemos el mismo nivel de responsabilidad. Existen responsabilidades de
gobierno que no pueden ser omitidas y frente a las cuales todos deberíamos erigirnos en
garantes de su cumplimiento.
Es claro que desde esta perspectiva pensar “la educación en contextos de pobreza”
no tiene sentido.  A lo sumo se puede pensar  en prácticas  de caridad, de asistencia,  de
prevención o de control puro y duro. Esto abre un menú de posibilidades en el cual lo único
que está indefectiblemente ausente es la posibilidad de humanización.
Debe quedar claro que en tanto no se alteren las pautas de distribución de la riqueza
en nuestras sociedades,  queda ancho y abierto el  camino de la necesidad de justificar  a
través  de  la  educación  y  las  biografías  las  desigualdades  sociales.  Ante  esto  estamos
llamados a la resistencia y a la toma de postura.
3. La posibilidad. El otro como sujeto de la educación.
Se trata de hacer  referencia a una posibilidad:  un educador,  una institución, una
política educativa que sostienen frente a un otro un posicionamiento contra lo inexorable,
contra  todo  futuro  definido  de  antemano.  Este  posicionamiento  parte  de  la  base  de
reconocer que el futuro siempre depende las acciones y las decisiones de los hombres y las
mujeres,  contra cualquier  profecía tecno – estadística.  Contra cualquier anticipación que
pretenda fijar un destino.
Este educador y esta institución pueden recibir el nombre de maestro / profesor y
escuela, siempre y cuando acordemos que no se agotan en esos nombres la posibilidad de lo
educativo y que,  fundamentalmente estamos en presencia de adultos que obstinadamente
recrean  instituciones  en  las  cuales  se  pueda  dar  trámite  a  la  herencia.  Esto  es
responsabilidad de todo adulto que puede delimitar un espacio material y simbólico para dar curso a este trámite. Mucho hay aquí por aprender, sin ningún tipo de romanticismo, de
las  estrategias  educativas  que  se  recrean  desde  los  sectores  populares,  resistiendo  el
despliegue de lo que parece inevitable.
Esta posibilidad –el posicionamiento contra lo inexorable- parte de una afirmación
desmesurada,  disonante,  que podemos  tomar  del  binomio Jacotot  – Ranciere:  todas  las
inteligencias son iguales (Ranciére, 2003).
La premisa de la igualdad de las inteligencias constituye una ficción teórica, como
suele recordarnos Graciela Frigerio. Esta ficción teórica tiene un efecto fundamental, el de
abrir posibilidades. Abrir una posibilidad supone concebir al otro como capaz de habitar esa
posibilidad, ser un sujeto de la posibilidad. Esta es justamente la posición opuesta a la de
visualizarlo como un carente.  En este sentido,  ¿existe alguna diferencia entre un maestro
cualquiera y un alumno cualquiera? No.  Ninguna.  Son iguales  en tanto sujetos  de una
inteligencia. Eso no depende de contextos, ni de necesidades básicas. Es un dato a priori.
Se trata de no reproducir, en el marco de una relación (educativa) que es, y debe ser,
asimétrica, las desigualdades instaladas en las relaciones sociales. Es así como la educación
puede constituirse en una de las formas de la justicia: partiendo de la base de la igualdad de
las inteligencias, aunque ello suponga ir contra el sentido común de una sociedad que finge
demencia.
Posicionarse desde el  reconocimiento del  otro como sujeto capaz de habitar  una
posibilidad supone asumir una posición marcada por una perspectiva ética. En este sentido
nos parece particularmente interesante ubicar  la perspectiva de la ética de la autonomía
planteada por José Luis Rebellato.  Para Rebellato esta postura ética tiene que ver con la
intencionalidad de la vida buena, con y para los otros, en instituciones justas  (Rebellato,
1997). De esto se trata precisamente ubicar al otro como sujeto de posibilidad, concebirlo
desde el deseo de su plena realización en una comunidad de iguales en la cual se de forma a
instituciones  que  garanticen  las  condiciones  de  existencia  de  esa  comunidad.  Es  muy
importante tener en cuenta que: “La justicia supone, a su vez, la exigencia de la igualdad.
No es posible el  florecimiento de la diversidad de formas y de planes de vida,  si  no se
garantiza una estructura que asegure igualdad. Igualdad no equivale a uniformidad, sino a
condiciones que fomenten el desarrollo de las diversidades" (Rebellato, 1997: 4).
El reconocimiento del otro como sujeto supone trascender el cálculo mezquino de
quien  entiende  que  ese  otro  se  encuentra  fijado  a  una  trayectoria  social  marcada  de
antemano por las características sociales del medio social y familiar en el que crece. Ante
esa profecía que se apura en clausurar posibilidad y definir destinos, es necesario recuperar
el carácter básicamente incalculable de la acción educativa. Trabajando desde la premisa de
la  igualdad  puedo  dar  curso  a  una  intervención  educativa  en  relación  con  otros,
intervención acerca de la cual me está vedado poder anticipar resultados y que constituye
una forma de “mantener juntos la memoria y la posibilidad” (Cornu, 2005). No es posible
predefinir  los recorridos que el  sujeto habrá de poder  realizar  una vez que accede a la
constatación de su capacidad de aprender, de conocer el mundo. Es en este sentido que la
acción  educativa  se  ubica  en  la  dimensión  de  lo  incalculable.  Puedo  trazar  hipótesis,
conjeturas,  pero no definir  a priori  el  resultado de mi  acción.  Este no poder  saber nada sobre  el  resultado  de  la  acción  educativa  es  el  que  da  sentido  a  la educación  como
conformación de sujetos, no de clones.
En definitiva se trata de colocarse frente a un sujeto singular y a una experiencia. No
un sujeto vacío sino alguien designado como digno.  Alguien a quien ofrecer una cultura
desarrollando un acto de profunda justicia. Alguien a quien ofrecer objetos comunes y un
lugar habitable, hospitalario, para que se encuentre con ellos.
4. La salida. Una educación que trascienda el contexto.
No  es  posible  desconocer  que  muchas  veces  en  nuestras  prácticas  educativas
cotidianas la posibilidad de desarrollar  una intencionalidad y de pensar un futuro,  choca
violentamente con el problema de los condicionamientos que la realidad económica y social
coloca a las  capacidades  de desarrollo de los  sujetos.  Obviamente,  la referencia  a esta
situación  es  absolutamente  inevitable  en un contexto  histórico  y social  en el  cual  las
biografías personales y las trayectorias sociales parecen condenar a los sujetos, más allá de
cualquier intervención posible. En definitiva, no está de más la pregunta acerca de ¿cuál es
el lugar que la sociedad capitalista ofrece a los niños y adolescentes de sectores populares?,
en función de ello: ¿qué valor tiene lo que nosotros les ofrecemos?
Estas preguntas atraviesan hoy todo sistema, acción o política educativa preocupada
por el tema de la justicia y deben ser abordadas. Es claro que los efectos de las políticas que
han  producido  la  injusticia  entran  diariamente  a  nuestras  instituciones  educativas  de
múltiples  formas,  la más  cruel  de las  cuales  es  la de su inscripción en los  cuerpos  de
nuestros niños y adolescentes.
En sintonía  con lo desarrollado por  Patricia  Redondo,  con quien hace  ya  años
venimos compartiendo preocupaciones y reflexiones en relación a estos temas,  podemos
decir que:
“La similitud de las preocupaciones relevadas a lo largo de estos últimos cinco años en
multiplicidad  de  encuentros  con maestros  de  distintos  puntos  del  país,  de  Uruguay  e
incluso de Chile nos permiten señalar que, sentados en una misma mesa, la mayoría –de
los  que  trabajan en barrios  difíciles-  construyen un mismo relato,  el  de  las  penurias
cotidianas,  el  de  los  sacrificios  por  mantener  la escuela y  el  de  la caída de  amplios
sectores (incluso el propio sector docente) en una mayor pauperización, de la cual no se
vislumbra salida y donde el  enseñar parece una tarea fuera de lugar,  dislocada en el
espacio y el tiempo” (Redondo, 2006: 112).
El  tema  es  que,  como  diariamente  sostienen  también  muchos  de  aquellos  que
trabajan en esos  barrios difíciles,  es justamente en la obstinación (término también muy
utilizado por Redondo) de sostener esa “tarea fuera de lugar” en donde algo de lo educativo
puede producirse y donde el trabajar como educador recobra cotidiana y dificultosamente
su sentido.Se trata de una intervención improcedente, desubicada, si nos basamos en aquellos
discursos  sobre  la  educación  que  pretenden  fijar  la  escuela  al  “contexto”  en  que  se
encuentra  ubicada.  La  desubicación,  la  improcedencia de  estos  maestros,  profesores  y
educadores es la que cotidianamente introduce una interrupción en la enunciación de los
discursos que pretender fijar origen – contexto y futuro. Se trata de trascender lo dado,  lo
que hay, para poner a disposición lo extraño, lo exótico, lo improcedente; aquello que es
derecho de todos y no privilegio de algunos.
Es  claro  que  el  mantenerse  atado  a  “lo  dado”  produce  inmovilidad,  parálisis
(mantenerse pegado a la “tradición heredada” diría Castoriadis,  la que inhibe cualquier
proceso de surgimiento de la imaginación radical, entendida esta última como aquella que
permite pensar algo que todavía no está pero que puede existir). En todo caso, puede ser
que lo educativo se trate de algo vinculado a permitir  el  desarrollo de una imaginación
radical, permitir pensar en un futuro que no está (el futuro nunca está) pero que puede ser.
El  rescate  y  la  apertura  de  una  posibilidad  suponen  una  acción  educativa capaz  de
trascender la inmovilidad que produce una situación que “parece” inmodificable.
En definitiva: Intervenir. La tarea que tenemos los educadores entre manos hoy se
trata de no abstenernos de intervenir, no omitirnos en tanto otros, en tanto sujetos de más
allá del contexto. Otros y contrarios a toda “asepsia pedagógica” que señale la primacía de
unos contextos, unos intereses y unas motivaciones. Urge recordar que un Maestro (así con
mayúscula, llámese maestro, profesor, educador, adulto) es aquel capaz de dejar una huella.
Esta huella  tiene que ver  con trasmitir  algo,  a la vez que se establece  un vínculo.  La
posibilidad de dejar una huella tiene que ver con eso que se trasmite pero sobre todo con el
vínculo  que se establece.  El  tema es  que en términos  pedagógicos,  el  vínculo no tiene
sentido sin un objeto de conocimiento. Es a esto a lo que los que practicamos este oficio
llamamos relación educativa.
El espacio del vínculo es un espacio de cuidado del otro y, a la vez, de exigencia. El
cuidado tiene que ver con la asistencia y la acogida, con el recibimiento del otro y con una
preocupación por las condiciones materiales y simbólicas desde las cuales está siendo parte
de la relación educativa. La exigencia tiene que ver con la tensión que se introduce en la
relación cuando se desafía al  otro a hacerse cargo de la potencia de desarrollo de una
inteligencia de la que es portador.  Ahí reside el misterio de una forma de relación entre
sujetos que se resiste a ser atrapada por cualquier anticipación acerca de sus resultados y
por cualquier “cálculo educativo”, por más bienintencionado que sea.
Recordemos algo: no se puede ser educador sino se aspira a conservar algo, si no se
apuesta  a  trasmitir,  legar  algo.  Esto,  siempre  supone  una  violencia,  a la  vez  que  una
apuesta:  creer  que el  otro puede  hacer  algo con eso que se le  lega; más  allá  de toda
determinación y de todo contexto. Allí, en eso no previsto que un otro puede hacer con algo
que le es legado, es donde está la salida, el futuro, lo que vendrá a recordarnos que esta
historia no ha acabado.
Bibliografía. Agamben, Giorgio (2005), Estado de excepción, Bs. As., Adriana Hidalgo Editora.
Arendt,  H.  (1996).  La crisis en la educación.  En H.  Arendt  (Ed.),  Entre el pasado y el
futuro.  Ocho  ejercicios  sobre  la  reflexión  política,  Barcelona,  Península.  (Primera
edición en inglés de 1954).
Cornu,  Laurence  (2005),  Instituciones,  pasajes,  traspasos,  en Skliar,  Carlos  y Graciela
Frigerio (comps.),  Huellas de Derrida. Ensayos pedagógicos no solicitados, Bs. As., del
estante editorial.
Martinis, Pablo (2005), “Escuela, pobreza e igualdad: una relación necesaria”, en Revista
Andamios, Año 1, Nº1, Montevideo, noviembre de 2005.
Martinis, Pablo (2006) “Educación, pobreza e igualdad: del "niño carente" al "sujeto de la
educación", en Martinis, Pablo y Patricia Redondo (comps.) (2006), Igualdad y educación.
Escrituras entre (dos) orillas, Bs. As., del estante editorial.
Meirieu, Philippe (2001), La opción de educar. Ética y pedagogía, Barcelona, Octaedro.
Puiggrós, Adriana (1999), Educar. Entre el acuerdo y la libertad, Bs. As., Ariel.
Rancière, Jacques (2003), El maestro ignorante, Barcelona, Laertes.
Rebellato,  José  Luis  (1997),  Horizontes  éticos  de  la  práctica  social  del  educador,
Montevideo, CFEI.
Redondo, Patricia (2006), “Interrupciones en los territorios de la desigualdad”, en Martinis,
Pablo y Patricia Redondo (comps.) (2006), Igualdad y educación. Escrituras entre (dos)
orillas, Bs. As., del estante editorial.

[Videoconferencias] Silvia Bleichmar - Parte 1

[Videoconferencias] Silvia Bleichmar - Parte 2

[Videoconferencias] Silvia Bleichmar - Parte 3

[Videoconferencias] Silvia Bleichmar - Parte 3

"Un zapato perdido"

SEMINARIO DE PERSPECTIVAS SOCIALES ANTE LA DIVERSIDAD



 Programa para el Seminario :
 Perspectivas sociales ante la diversidad.

Horas semanales : 3hs. 

Docente: Lic. Cecilia Beatriz Gomez

Año 2014 

Fundamentación:

Los grupos sociales construyen históricamente sus interrelaciones sociales a través del orden simbólico. Dichas relaciones sociales no son simétricas, contienen diferencias y jerarquizaciones.
Los procesos simbólicos (por ej. el lenguaje, la lucha política)  estructuran nuestro proceso de significación, nuestras formas de ver el mundo social, de construir categorías y clasificaciones sociales.
Como actores sociales significamos a la diferencia, a la marca del otro a quien se desconoce en calidad de semejante y se lo excluye. Ese otro: pobre, discapacitado, migrante, sin techo, cartonero, es visto como ajeno, susceptible de ser aislado, marginado, descalificado y estigmatizado.
La escuela como ámbito de reproducción social alberga categorizaciones estigmatizantes y prácticas contradictorias de inclusión-exclusión social en relación con el “diferente”. Por lo tanto en la tarea docente se torna necesario reflexionar sobre los sentidos sociales de la exclusión. Pensar la diferencia como una construcción histórica, política y social. Para no confundir desigualdad con diversidad y poder desnaturalizar lo instituído como “diferente”. Reconstruyendo una imagen más completa y compleja del “otro”, menos rígida y cosificable.



Propósitos

Se propone que los futuros docentes :

-      analicen los procesos de diferenciación social;
-      reflexionen sobre la heterogeneidad;
-      analicen las construcciones discursivas acerca del otro;
-      cuestionen las propias certezas a cerca del otro.

Unidades Temáticas

Unidad 1
Análisis antropológico y sociológico acerca de la diversidad. Relaciones de hegemonía-subalternidad entre conjuntos sociales. Los sentidos de la “otredad”. Los procesos de exclusión. La diferencia como construcción histórica, política y social.

Bibliografía

-Juliano, Dolores (1994) Universal/Particular. Un falso dilema. En Globalización e identidad cultural.  Bs. As: Ciccus
-Gentili Pablo (2000) Códigos para la ciudadanía. La formación ética como práctica de la libertad .Buenos Aires: Santillana.
-Serra, Silvia (2000)”En el nombre del pobre”. En : Lo que queda de la escuela. Rosario:Laborde.
-Martinis, Pablo (2006) Pensar la escuela más alla del contexto. Montevideo: Psico Libros.
-Mollo, Juan Pablo (2012) “El sistema penal es el principal formador de delincuentes” Página12 09/04/12 Disponible en: www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-191436-2012-04-09.html
-Chausis, I (2010, 19 de septiembre)” En el siglo XXI, todavía hay trabajo textil esclavo en plena Capital Federal”, Tiempo Argentino, p 6.
-Feinmann, Jose Pablo (2013) “Alcances y límites del concepto :la patria es el otro”. Página 12 30/06/2013.

Unidad 2
Las representaciones sociales. Mecanismos socio-cognitivos que intervienen en el pensamiento social. Prácticas y representaciones en torno al “otro”. Los discursos de la exclusión. Violencia simbólica. Los mitos sobre los otros diferentes.

Bibliografía.

- Bourdie, Pierre(1993): Espacio Social y poder simbólico.  España:  Gedisa.
- Lahitte María (1998): Algunas consideraciones acerca de la cultura como producción simbólica. Apunte cátedra de Antropología I. UBA.
Giberti, Eva (2010)”Algo habrán hecho” Página 12 19/05/10. Disponible en http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-145944-2010-05-19.html
-Meler, Irene (2010) “El desgarro social” Página12 14/05/10
                                   
Unidad 3
Las visiones estereotipadas, estigmatizantes o ponderativas en el ámbito público y privado. La dimensión subjetiva del prejuicio. La alteridad narrada por los medios y discursos de especialistas. El problema de la diferencia en las escuelas.

Bibliografía

-      Sinisi, Liliana (1999) “La relación nosotros-otros en espacios escolares multiculturales. Estigma, estereotipo y racialización”. En De eso no se habla: los usos de la diversidad sociocultural Neufeld y Thisted (comps)  Buenos aires: Eudeba.
-      Stern, Fernando (2005): El estigma y la discriminación. Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, GCBA. Buenos Aires.
-      -Alvarez, L (2011, 10 de abril)” A los motociclistas nos obligan a demostrar que no somos peligrosos”. Tiempo Argentino, pp38-39
-      Foster, Ricardo (2013, 14 de marzo) “Adversus tolerancia” Revista Veintitres. Disponible en: http://veintitres.infonews.com/nota-5044-sociedad-Adversus-Tolerancia.html
-      R.A.(2010) “No se asesina por amor sino por odio” Miradas al sur” 17/10/2010.


Unidad 4
El rol del Estado y la discapacidad. El relativismo sobre la deficiencia. La alteridad deficiente narrada por los medios y discursos de especialistas. Políticas sociales. Participación efectiva de las personas con discapacidad en la vida social.

Bibliografía

-Barata, Francesc (1994) Las nuevas fábricas del miedo. Los  mass-media y la inseguridad ciudadana. En Oñati Proceedings nro. 22 Publicación del Instituto Internacional de Sociología Jurídica de Oñati - Euskadi.
-Curtis,Corina y Santillan, Laura “Discursos de exclusión :migrantes en la prensa”. En De eso no se habla: los usos de la diversidad sociocultural Neufeld y Thisted (comps)  Buenos aires: Eudeba.
-Ley Nacional 25.635. Disponible en:
-Decreto 38/2004 Presidencia de la Nación. Disponible en: http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/90000-94999/91718/norma.htm

Bibliografía optativa:

Freire, Paulo (1970) Pedagogía del oprimido. Montevideo: Tierra Nueva.
Geertz, C (1991) La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa.
Gentili, Pablo (2011) Pedagogía de la igualdad. Buenos Aires:Siglo XXI.
Bixio, Cecilia (2011) Maestros del siglo XXI. Rosario: Homo Sapiens.
Carpintero, Enrique (2011) La subjetividad asediada. Buenos Aires: Topia editorial.




 Actividades de aprendizaje

-Lectura crítica de textos escritos.
-Análisis de una Política Social .
-Reflexión sobre casos prácticos.
-Análisis de recortes periodísticos.
-Análisis de cortometrajes y/o films cinematográficos:
·        “Mejor hablar de ciertas cosas”(2010) /DVD3/Discriminación.
·        “El placard” (2001) un film de Francis Veber.
·        “El circo de la mariposa”(2009) dirigido por Joshua Weigel


Modalidades de evaluación

-Asistir al 75% de las clases.
-Elaborar una producción escrita donde se relacionen los conceptos analizados en clase, aprobarla con 6 o más puntos.
-Defender en forma oral la producción escrita.




Criterios de evaluación

-      Conceptualización y transferencia de la teoría a situaciones prácticas.
-      Participación en clase.
-      Capacidad para la autocrítica.
-      Cumplimiento de las tareas en forma y fecha.